Se ha perdido mi gallito to tó...

Manuel Mandeb, según contaba Dolina, escribió un libro titulado “Faltan bolitas” un ensayo de muchas más páginas de las que cualquiera podría esperar sobre qué pasó con las canicas que tenían de chicos, cientos de miles de bolitas de vidrio de colores que en algún momento se perdieron, se desparramaron y nunca más nadie supo de ellas. Hay muchas cosas que se pierden y que uno nunca sabe a dónde fueron a parar, ni creo que lo sepa, y no hablo de cosas subjetivas como “las esperanzas de que Talleres ascienda” o “las palabras que se las llevó el viento”, hablo de cosas concretas como mi apunte de Moyano o a dónde van a parar todos los invisibles que una alguna vez compró en un paquete de 500.

Hay cosas que tienen una habilidad especial para perderse como las monedas de cinco centavos, los comprobantes de inscripción, los pins para las mochilas, los zapatos de las muñecas, los teléfonos importantes de especialistas médicos, los libros o CDs que se prestan, los trabajos en la sección clasificados, la ropa de verano cuando empieza la estación (o la ropa de invierno en su momento), las mitades de las pastillas, las fuentes de letras que nos gustan en Word, las lapiceras que funcionan cuando hablas por teléfono, los aritos iguales, los emoticones justos (o en su defecto el método abreviado para insertarlos), algunos amigos, los álbumes de figuritas que coleccionábamos, los dibujos de los sobrinitos, hermanitos, ahijados, etc...

Si alguien alguna vez encuentra el cementerio de elefantes donde están mis gomitas de pelo hechas con can-can que usualmente descansan en la cabecera de mi cama... me avisa? Tks