Fue mi abuelo el que me enseñó a ahorrar. Nunca me dijo “Tenés que ahorrar” o “Cuidá la plata” y sin embargo fue él. Un día me dio como 30 pesos en monedas todas para mí. No sé desde cuándo las juntaba ni por qué decidió dármelas, pero me acuerdo que eran mi tesoro, realmente nunca las conté, pero eran muchas, de todos los valores y eran todas solamente mías. No sé cómo hice pero las guardé, y si me tenté alguna vez con una golosina supe contenerme y ser mesurada, así seguí acumulando monedas en una alcancía de plástico con un candado sin llaves, porque era más fácil forzarlo que pensar dónde las había escondido.
Quizás le pase como a mí, pero las monedas son más fáciles de no gastar, una agarra dos billetes y listo, no hacen ruido ni llevan mucho tiempo de contar, entonces las monedas quedan. Hace una semana, mi amigo Ale pidió colaboración entre sus amigos para juntar monedas para su kiosco. Yo abrí mi alcancía y conté, tengo en monedas 30 mangos. Las separé en una cajita y le dije que “enseguida se las llevaba”, pero no lo hice. Tal vez sea perezosa, tal vez sea de avara o tal vez sea porque cada vez que abro mi alcancía me acuerdo de mi abuelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario